‘Beneath the Skin’, el emotivo álbum de Of Monsters and Men

Por: Jorge Luis Morales 

El mes pasado salió el segundo álbum de estudio de la banda Islandesa Of Monsters and Men: Beneath the Skin. Durante los primeros meses de este año se lanzaron los sencillos Crystals, Hunger y Empire, los cuales nos hicieron sospechar que la banda se estaba alejando del indie folk de My Head is an Animal; confirmándose esto en el álbum completo.

Tres años después de que su debut los pusiera en el centro del universo indie, llegando a posiciones punta en las listas, ganando reconocimientos en el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Australia -sin contar su natal Islandia, donde no tuvieron rival- y de que todos cantamos de manera estridente Little Talks, la banda nos entrega un álbum emotivo y nublado, muy interesante. aunque poco arriesgado melódicamente y muy comercial, es un trabajo sincero y auténtico, bien producido y placentero de escuchar.

Beneath the Skin nos toma por sorpresa. Los más radicales pueden decepcionarse por a lo que se le llama comúnmente la madurez del sonido, que en realidad es una voltereta a las tendencias pop radiales. A pesar de que mantienen la sombra del beat folk en una batería indie rock, las interpretaciones están dominadas por el piano acústico y los sintetizadores, amplios y húmedos.

Este es un álbum muy personal e introspectivo que se escucha hermoso en la voz Nanna Bryndís Hilmarsdóttir; y es que Ragnar Þórhallsson, la voz masculina, pierde protagonismo ante la emotividad de temas como como Hunger, I of the Storm, We Sink. Las letras sentimentales de Nanna predominan, los alaridos tribales “Hey!” han quedado reemplazados por los lamentos “Oh ooh!”, como en Empire, Black Water y Crystals, o en Slow Life, en donde y los vientos, que nos hacían bailar en Little Talks, se escuchan cínicamente sintetizados; y ni hablar del desaparecido acordeón.

Pero no hay que desanimarse, el álbum vale mucho la pena, y acostumbrarnos toma no más que una canción. Diría que los temas más cercanos a la identidad que escuchamos en el primer álbum son Crystals y Winter Sound, curiosamente la primera y última canción del álbum, como diciéndonos que lo del medio es sólo un desahogo. Y es que ciertamente el álbum está genialmente masterizado, lo que hace muy placentero escucharlo completo –en detrimento de un par de canciones épicas-.

Crystals nos recuerda a My Head is an Animal, las baladas pop ya mencionadas nos llenan de melancolía y emotividad, especialmente Organs, la canción más patética (en el sentido de sensible y dolorida; no en el sentido de pobre), que es una hermosa balada ventral interpretada por Nanna, una guitarra acústica y un piano acústico, con una letra que va «So I take off my face because it reminds me how it all went wrong, and I pull out my tongue because it reminds me how it all went wrong«.

No obstante, también nos dejan escuchar otras facetas más agresivas e incluso góticas en Thousand Eyes, y por momentos también nos ofrecen un aire psicodélico como en Backyard; con una letra que va “See how my mind is tired, From blue to black, From white to gray. I’m burdened the broken one. The drops illuminate and evaporate into a neon lake; I’ma be stand the vicious one”.

Aunque se puede acusar de caer demasiado en las tendencias rock/pop, para mí ha sido un álbum maravilloso, armónico, muy placentero de escuchar, honesto. Lo recomendaría para fans de Arcade Fire y The XX.