Cine – Del amor a la melancolía

Por: Tomás Niño 

¿Quién decidió que el amor era llevar una rosa roja a media noche bajo la lluvia? ¿quién decidió que el amor era cogerse de la mano en un parque? Peor aún ¿cuándo decidimos aceptarlo? El cine y sus transgresiones. No lo culpo, eso sería quemar las cintas y eso se lo dejo a Shoshanna mientras quema y mata por venganza o ¿por amor?. Tantas preguntas en este comienzo de texto, incertidumbres pero de aquí vamos, tomados por las dudas, sobre todo en el amor, la vida y el cine.

El romance no es un tema nuevo en el arte, el melodrama supera a los bardos pero a la mierda con la historia, hoy vivimos diferente. Me siento como Sophie Neveu cuando Robert Landgom le dice que nadie odia la historia, odiamos nuestra propia historia; puede ser, pero siento que el amor, en mi época, se ha transformado y ya no va por la misma línea. Para mí las representaciones sociales vienen marcadas por el cine y sus historias. El tiempo de Rick Blaine e Ilsa Lund en Casablanca ha quedado atrás. Me quedaría con el tiempo del Ladrón de Bicicletas, pero ese es otro tema, un tema de anacronismos.

Casablanca

Puede que todo suene a lo mismo, el amor es sufrimiento con un final de reconciliación feliz pero no es así. Cerati lo decía, Dios es bipolar y no me refiero a mí, ni mucho menos, estoy más cerca de Dante. A lo que me refiero es al amor, el dios de la época del comercio sentimental. ¿Por qué sufrir siempre con el amor? ¿por qué ser Francesca en los Puentes de Madison? Prefiero estar del otro lado, del lado de Manhattan con Isaac Davis, viviendo en una ciudad en donde amar es imposible por la sobrepoblación femenina, las amo a todas. Me gustaría ser así pero soy romántico y sólo puedo con una… bipolaridad.

Nuestra época se restriega en la vergüenza, en Shame, en el descontrol sexual, en esa mujer casada que se para en un bus mostrando su anillo de matrimonio buscando a alguien que se la coma, así somos. ¿Por qué sentir pena? Tenemos miedo al reconocimiento. Nuestra época es la época de Lilja 4 ever, drama oscuro de una adolescente que se da cuenta que al niño que pudo amar, está muerto, amor y malas decisiones.

Lilja 4 ever

El amor viene de cualquier cosa, por eso mi rechazo a las historias rosa que hacen suspirar a miles a través de ese deseo que crea un placebo por algo imposible que no podremos tener, no existe perfección, mucho menos en términos amorosos. Recuerdo una anécdota contada por Joe Broderick acerca de James Joyce sobre Nora Barnacle, su esposa. En la primera cita Nora le hizo la paja a Joyce. Duraron treinta y siete años casados, hasta la muerte del escritor de Retrato del artista adolescente.

Puede que Barnacle estuviera reflejada en Molly Bloom (Ulises), una mujer que tenía menos vida y sentimiento que un gato, sin embargo se me hace imposible dudar del amor de Joyce por ella. En algunos momentos siento más sincero el porno que películas como Titanic. En algunos momentos prefiero pensar que el amor es más cierto en frases como la de Mario Duarte en su canción el Puñal: “cuando llegue a tu panal, que parezca un vendaval…”

El romanticismo muchas veces está más lejos del amor que la misma guerra. Nuestra época es la de Melancolía y preferiría ser ese alguien que nunca llegó a acompañar a Justine en su catástrofe, que Henry Roth enamorando a Lucy Withmore cada mañana. Ojo, este texto no es una declaración anti amor, creo en él, pero en lo único que no creo es en que pueda ser perfecto.