De Pet Shop Boys a U2

Por: Daniel Ospina @themockman

Fotos de Breakfest por: Andre Piaff @citizenboy (tomadas para Éter Magazine)

Varios meses atrás, cuando se presentó la coyuntura en que el Breakfest Festival y el concierto de U2 con Noel Gallagher’s High Flying Birds de telonero, me plantee muy seriamente la posibilidad de asistir a las dos cosas. La clave para decidir estaba en dos detalles: el día en que tocara Pet Shop Boys en Medellín, y la plata que pudiese ahorrar luego de invertir una buena parte de mis ahorros en Sep7imo Dia de Soda Stereo. Lo primero se resolvió cuando se supo que iban el primer día (viernes 6 de octubre), justo el día anterior al show de U2. Lo segundo, trabajando como mula.

El motivo para asistir a los dos eventos sin importar los costos era porque luego de perder la oportunidad de verlos en 2013, sabía que debía ver si o si a Pet Shop Boys. Tipos que envejecen tan bien como los vinos y logran sacar aun hoy discos tan impresionantes son algo digno de ver. Para mi son como la referencia perfecta de lo que debe ser el pop: atrevido, elemental, contundente, sobrio, desafiante y con un sentido de la estética acorde con la música y las personalidades que proyectan.

Con respecto al de U2, no eran los irlandeses los que me llegaban a importar tanto (por mucho que les reconozca lo grandes que son), sino el telonero. Aunque lo vi ya en 2016, el contexto para Noel Gallagher era distinto al de esa primera vez en Estereo Picnic. No era un festival, sino ser acto de apertura de U2 y así acceder a la mayor cantidad de público que lo verá en Colombia jamás. Era una oportunidad invaluable para terminar de superar el desconocimiento o el desdén de buena parte del público respecto a su figura de hablador y arrogante en los años de Oasis. Tenía que ver al tipo dando lo mejor de sí mismo, superando las dudas y conquistando un público más amplio. O eso pensaba…

Más o menos a principios de septiembre alguien me consiguió una boleta para U2 en Cancha (que ya estaban agotadas en Tu Boleta). Debido a que la persona no era de Bogotá, tuvimos que acordar vernos la misma semana del concierto para hacer la transacción, como finalmente sucedió.

Con Breakfest estuve bastante cerca de lograr ir por mi cuenta varias veces, y en otras desistí (particularmente por lo costoso que resultaba viajar a raíz del paro de Avianca). Finalmente, y para mi total sorpresa, Escena Indie me acredita para asistir, lo que me obligó a moverme rápido. Debido a los precios tan altos para los vuelos de ida a Medellín decidí comprar primero el tiquete de vuelta, asegurando mi presencia en Bogotá el sábado lo más temprano posible para reabastecerme en mi casa y salir para El Campin. Luego, compré mi pasaje en flota para salir a la capital de la montaña a primera hora. Resultó ser una jugada acertada, pues el Terminal queda muy cerca del Parque Norte, ahorrándome algunos dolores de cabeza en lo que se refiere a mi desconocimiento de la ciudad.

La mañana del 6 de octubre corrí como loco desde la estación de Transmilenio al Terminal de Transportes porque ya iba sobre el tiempo. Finalmente logré llegar sin mayores problemas al bus, sin saber que no sería la última vez corriendo sobre el reloj en esa travesía. En el trayecto tuve tiempo para ver a Bradley Cooper besando a Daniel Brühl en ‘Burnt’, además de ‘Ant Man’ y ‘Star Wars: Rogue One’. Luego pasaron otras dos películas pero no les puse atención por la ansiedad, pues lo que debieron ser ocho horas de viaje terminaron siendo diez por la excesiva precaución del conductor para manejar. Finalmente a las 5 de la tarde me bajo en el Terminal Norte de Medellín. Llamo a un amigo que también asistiría al evento para pedir algunas indicaciones concretas para llegar al Parque Norte y media hora después hago mi ingreso al Breakfest sin mayores inconvenientes.

Mientras lo busco, observo que eso de “un Estereo Picnic miniatura con atracciones” como él me lo pintó tiene todo el sentido del mundo. Es como una feria donde los stands, la plazoleta de comidas, los dos escenarios, las atracciones y hasta el clima (que estuvo agradable) forman un todo que no lleva al acostumbrado barrial que se puede ver en el mismo Estereo Picnic. Al ser la primera vez que voy a un evento masivo fuera de Bogotá, me sorprendió un poco notar que la gente no va tan abrigada sino más bien suelta de ropa. Con el clima tan agradable que hacia no tardé mucho en seguir su ejemplo.

Luego de encontrarme con mi amigo y su combo, hablamos un poco de mis intenciones de ir ese día por Pet Shop Boys y volver para ver a Noel, mientras él cuenta un poco de cómo logró ir al Coachella unos años atrás (lo que siendo justos, es más meritorio que mi paseo). Aprovechamos para comer algo y nos vamos a ver en el escenario principal a MNKYBSNSS, grupo que hasta ese día no había podido ver en vivo.

Presentando su primer álbum largo ‘Timeless’, los barranquilleros dejaron ver un importante crecimiento como grupo en lo que se refiere a su repertorio. En el directo si bien se pueden dar por bien servidos, siento que todavía no terminan de explotar todo su potencial. Todavía no terminan de dar con la clave para conectarse con el público, y se les sentía algo tiesos en sus movimientos en escena. Adicionalmente, da la impresión de que pueden «joder» más las canciones, jugar un poquito más con las estructuras. Pero por lo mostrado esa noche les doy el aprobado igualmente.

Vi a Nick Monaco (con el escenario alterno casi lleno) y claramente se le da bien eso de pinchar. Luego de eso me puse a dar vueltas (en una atracción, claro está), tuve una conversación con un tipo que decía no poder soportar dos dias de Breakfest si no era  y quemamos tiempo hasta que llegó la hora de Bomba Estereo.

A Bomba Estereo tampoco los había podido ver en vivo hasta esa noche (debo admitir que conscientemente evadí esa tarea varias veces en el pasado). Y aunque esa noche andaba más abierto a que me sorprendieran, no lo lograron. Li Saumet tiene reputación de ser una frontwoman tremenda, pero si como estuvo esa noche en Breakfest está todas las noches, discreparía totalmente de eso. No tuvieron tanta chispa como esperaba, lo cual no quita que deben ser de los pocos grupos que pueden tocar sin problema éxitos de todos sus discos para un público numeroso y, este si, entregado. Por ahí alguien me decía que esa falta de chispa tenía que ver con la partida de Julian Salazar para dedicarse completamente a Mitú. Parece tener sentido, porque algo se sentía incompleto esa noche.

Terminada la presentación de Bomba, llega el momento de esperar para que saliera al escenario la razón de ese viaje: cumplir finalmente la muy postergada cita que tenía quien escribe estas lineas para ver al dúo synthpop más exitoso de la historia en vivo. Pero mientras llegaba ese momento hubo tiempo para repasar entre nosotros rumores de los próximos conciertos, junto a una que otra especulación sobre los motivos por los cuales canceló Paul McCartney su presentación por esos mismos días. De todos modos pasado un rato la ansiedad me fue ganando, el vacío se apoderó de mi abdomen y sentía la necesidad de desaforarme por completo. Aunque eso hice, fue otra cosa la que me impresionaría pasada la medianoche.

No hay un grupo centrado en el pop tan perfecto, tan contundente, tan efectivo, que pueda trascender tantas barreras de géneros musicales, generaciones como Pet Shop Boys. Pero más importante aún: no hay un grupo en la historia que sea capaz de hacer que un escenario reducido como el de Breakfest transmita puras vibras de estadio. A punta de luces y temas irresistibles (sea que los conozcamos o no) lograron transportarnos por tres décadas de carrera donde plasman ese ideal del pop que ya quisiéramos muchos que se cumpliera en la actualidad.

Con el cuento de ser «los mejores» perfectamente asimilado en sus directos, un Neil Tennant imperial en medio de su economía de recursos, Chris Lowe calladito haciendo lo suyo en teclados, unos músicos de apoyo increíbles (tener dos percusiones en vivo aporta muchísimo para efectos de la contundencia), es definitivamente uno de esos shows que se deben ver al menos una vez en la vida y hasta se deberían repetir, pues en cada gira utilizan un concepto totalmente diferente visual y estéticamente hablando. La clave estaba en tirar clips elaborados en canciones minimalistas tipo “Love Etc” o “Home And Dry”, y otros más minimalistas y geométricos como en “Inner Sanctum”“Se A Vida E (That’s The Way Life Is)” donde la clave estaba en incitar a bailar partiendo de la repetición de las luces o los movimientos de las mismas. La puesta en escena fue entonces una lección de puro y físico art pop.

Aluciné con «Vocal» (momento de gloria personal), me deje sorprender por “The Dictator Decides” del ‘Super’, me quedé esperando para mi decepción el memorable violín que le da ese toque de genialidad irrefutable a “Left To My Own Devices”, y obviamente canté junto a todo el público los clásicos tipo «It’s A Sin», “West End Girls”, «Go West», “Domino Dancing” y demás. Impecable show que dejó la vara muy alta para los otros dos del día siguiente, y muy curiosamente fue el cierre de la gira mundial que los tuvo ocupados desde el año pasado. No tardarán mucho en volver a la carretera, pues tanto ‘Super’ como su antecesor ‘Electric’ de 2013 hacen parte de una trilogía que debería terminar con su próximo álbum.

Terminado el show salimos, todavía en shock por lo mostrado por estos londinenses atrevidos, mientras yo mencionaba que lo único que les hizo falta para que el show fuese perfecto era hacer su cover de «Where The Streets Have No Name». Hubiese sido demencial escuchar esa canción dos veces en menos de 24 horas.

Tomamos un taxi hasta el centro de la ciudad, donde me bajé para tomar un transporte especial que va hasta el Aeropuerto José Maria Cordova y no sale tan costoso comparado a si se toma un taxi. Aquí ocurre un episodio que comprometió muy seriamente la otra mitad de la aventura. Resulta que cuando llego al Aeropuerto me doy cuenta que el pasaje de avión que compre era para el día anterior. Imaginaran el shock tan increíble de darme cuenta de eso, seguido de otro al revisar mis bolsillos y no tener más que $ 30.000 para intentar algo parecido a salir de Medellín con rumbo a Bogotá. Más grave era la posibilidad de perder no solo los casi $200.000 invertidos en ese tiquete de avión, sino los casi $600.000 que se me fueron en el concierto de El Campin. Básicamente el mundo se me derrumbó.

Afortunadamente mantuve la compostura, y así fue como en las tres horas siguientes y gracias a la invaluable ayuda de mis padres (bueno, ni tan invaluable porque ese dinero también debo pagarlo…) pude comprar otro tiquete para las 9 AM y así devolverme a Bogotá, destruido física y emocionalmente, pues del estrés tan fuerte no dormí ni comí nada. Todavía tuve la cordura suficiente para darme cuenta que el avión estaba lleno de gente que se disponía a ver a U2. Luego de aterrizar y hacer alguna maroma en Transmilenio saltando de una ruta a otra, llego a mi casa un poco antes del mediodía, expectante de la reacción de mis padres luego de lo sucedido horas atrás. Cuando me preguntaron «¿A qué hora sale para el estadio?» sentí que me quitaba un peso enorme de encima.

Tome una ducha fría, dormí una media hora, comí, me cambié y más repuesto salí a las 2 de la tarde para El Campin, dispuesto a que ese episodio en el Aeropuerto fuese solo LA anécdota de esta aventura.

Cuando llegué al Estadio a eso de las 3 de la tarde coincidí con la prueba de sonido de Noel Gallagher (sonaba “Everybody’s On The Run”), lo que me puso la adrenalina a mil. Llegué a la fila, detrás del Coliseo y como era de esperarse había una gran cantidad de gente. Coincidí con muchos personajes pasados de los treinta, y unos metros más adelante se podían escuchar las curiosas conversaciones de cinco tipos pasados de los cuarenta (y algo pasados de tragos, también) que hicieron más amena la espera.

Lamentablemente o el personal de logística era insuficiente o no era lo suficientemente estricto, pues mucha gente se colaba por el primer filtro, mismo que solo estaba delimitado por una cinta de «no pase». Para rematar, muchos taimados estaban «vendiendo puestos» más adelante en la fila. Solo cuando el mismo público comenzó a denunciar esa situación se controla la situación (fundamentales los cuarentones del combo de más adelante, que muy jocosamente delataban a los personajes en cuestión). En cualquier caso varios de estos personajes ya se habían ganado su agosto. Tan solo en la media hora que fui testigo de esa situación vi a una señora que pasó a cinco personas más adelante, y cobraba como de a $20.000 por cliente.

A eso de las 4 y media de la tarde comenzamos el ingreso al Estadio. Luego de pasar un filtro particularmente largo en el parqueadero del Estadio, ingreso poco antes de las 6 PM. Intento encontrarme con algunos amigos pero resulta imposible por lo adelantados que estaban. Comienza la espera, amenizada por Gorillaz y The XX (que en algún punto se hizo repetitiva, como si no tuviesen más canciones que las de los últimos discos de ambos grupos). Finalmente a las 7 y media de la noche sale al escenario el tipo que debía ver si o si ese día.

Por supuesto, ya tenía claro lo que podía hacer Noel Gallagher en vivo. Mi motivo para estar allí era esencialmente asegurarme de que ante esos miles de personas donde, o era desconocido o era resistido, el tipo iba a salir vencedor. No estaba de más fastidiar a unos cuantos cantando sus temas con la fuerza que en teoría debería ir dirigida al artista principal. Era casi como un deber patriótico ir y darle apoyo en un contexto tan raro como ese.

Sin toda la cosa visual que desplegó «la otra banda» pero con apoyos muy respetables para un telonero en ese apartado, el ex-Oasis fue bastante contundente. 10 canciones entre clásicos de Oasis y temas solistas interpretadas con una firmeza donde fue clave el rol de su “nuevo” guitarrista Gem Archer para darle un acabado más deudor de Oasis a temas como “Champagne Supernova” o “Little By Little”, a la par que aportaba algún detalle nuevo a los temas solistas tipo “Riverman”. Le costó más a su también “nuevo” baterista Chris Sharrock (sobre todo con el repertorio en solitario de Noel) pero con las canciones de Oasis no tuvo mayor problema para dar los golpes precisos. Siendo justos, era difícil que su estilo más pulido se igualara a los patrones más alocados de su antecesor Jeremy Stacey (ahora en King Crimson).

El show como tal transcurrió como se esperaba: solo los más acérrimos fans cantaban los temas solistas, unos cuantos se unían tímidamente cuando cantaba alguna medianamente conocida de Oasis, y todos nos unimos en el momento de celulares prendidos que resulto ser «Wonderwall». Debería sorprenderme eso último, pero no. Es apenas lógico que LA balada redentora para estadios pueda encender un estadio de esa forma, y más en un público que, o vivió sus años locos en los noventa, o vive obsesionado con esa década a pesar de no haberla vivido.

Esa noche Noel dejó ver el potencial tan enorme que tendría Oasis aun hoy para conquistar estadios. Supongo que hubo gritos de «fuera, fuera» o quejas o reclamos o lo que sea por parte de algún sector del público, pero felizmente no coincidí con eso. Eso sí, atraje las miradas de los que me rodeaban porque era el único en mi zona cantando hasta sus temas en solitario. Pero más importante aún, se vio a un Gallagher más suelto que nunca. Ese detalle no es menor, sobre todo cuando se vienen unas semanas donde él y Liam estarán dando de qué hablar con sus respectivos trabajos en solitario mientras se aleja cada vez más la chance de verlos reunidos.

Hubo varios momentos de interacción tremendos del hombre: uno, cuando dice que la siguiente canción «es solo para irlandeses» (guiño, guiño) al introducir «Wonderwall». Otro, cuando pregunta si Colombia va a clasificar al Mundial (un “yes” muy indeciso el que emitió la audiencia, debo decir) previo a interpretar “Don’t Look Back In Anger”, y cuando al momento de introducir «AKA What A Life» se despide diciendo que nos veríamos el próximo año.

Si, parece que tendremos tercer asalto de Noel.

Vuelve el momento de esperar. Ahora suenan The Clash, James Blake, MGMT y para mi sorpresa, Cigarettes After Sex. Muy social todo el ambiente, se ve gente presumiendo de estar en el momento con absoluta normalidad  desde sus celulares, mientras yo trato de lidiar con dos situaciones. Una, el cansancio acumulado por las horas anteriores en Breakfest y sobre todo en el Aeropuerto. La otra, el seguir analizando los pormenores de lo que está ocurriendo en El Campin a esa hora, y muy particularmente estar pendiente de la percepción de los espectadores frente a Noel. Eso porque con la pantalla tan abrumadoramente gigante que cruza el estadio de lado a lado, era un hecho que no habría objeciones reales frente al concierto de U2.

Se apagan las luces y suena «The Whole Of The Moon», un tema de los escoceses The Waterboys, considerados  como los pioneros en crear la denominada «big music» con la cual se pusieron de moda Echo & The Bunnymen, Simple Minds y los mismos U2 a principios de los ochenta. A las 9:20 PM aparecen uno por uno los miembros de la banda en la parte central de la pasarela al ritmo de «Sunday Bloody Sunday».

Comienza así la primera parte del show, dando un repaso por algunas de las canciones más emblemáticas de los ochenta previas al lanzamiento de ‘The Joshua Tree’, tipo «New Year’s Day», «Bad» o «Pride (In The Name Of Love)» (inevitable imaginarse a Homero Simpson golpeado por los de seguridad). Debido a la gran cantidad de brazos levantados con celular en mano para grabar esos primeros momentos del show, me costó visualizar a Bono y compañía.

El grueso de la presentación se centró en repasar el ‘The Joshua Tree’, hilando una seguidilla de himnos con «Where The Streets Have No Name», «I Still Haven’t Found What I’m Looking For» y «With Or Without You». El público no se mostrará tan receptivo en el resto de temas, aunque hubo un flashmob llamativo en «Bullet The Blue Sky» (mi momento de gloría personal, por así decirlo) con pañuelos blancos que se agitaban entre el público al ritmo apocalíptico de la canción. Destacables también las visuales tan imponentes de «Mothers Of The Dissapeared» mostrando mujeres con velas en mano que se van apagando conforme avanza la canción.

Debo decir que a pesar de que Bono altera demasiado la entonación en varias canciones por haber perdido algo de alcance vocal (fastidiando un poco las canciones en el proceso), lo demás compensó maravillosamente eso. Casi es como una coreografía en clave rock lo de ellos. Sintonía perfecta con el escenario (minimalista en comparación con los utilizados en giras anteriores, pero a la vez una síntesis impecable de todos ellos) y movimientos perfectamente calculados. Tremendo The Edge, aportando ruidos atronadores con esa guitarra. Seguramente en «Bullet The Blue Sky» dejó lo mejor de si mismo en ese sentido.

Se toman un primer descanso y vuelven para repasar su faceta más rock pop. Primero con una «Beautiful Day» donde se proyectan las imágenes de los cuatro miembros de una manera muy warholiana a la par de la potencia en vivo propia de la canción. Mantienen la idea con «Elevation» y «Vertigo», para abandonar nuevamente el escenario. A su regreso, tocan en vivo su nuevo sencillo «You’re The Best Thing About Me», para dar paso a la bella «Ultraviolet (Light My Way)» donde destacan el empoderamiento de la mujer en la sociedad con imágenes proyectadas en la pantalla de iconos femeninos que van entre elecciones ajustadas a nuestro país (Policarpa Salavarrieta, Totó La Momposina, Caterine Ibarguen) algunas más universales (Eva Perón, Madres de la Plaza de Mayo, Pussy Riot), y otras cuando menos discutibles (Hillary Clinton, Michelle Obama, Michelle Bachelet).

Para el gran final Bono da el esperado equivalente al mensaje del Papa Francisco al contexto del público más movido por la música que por la religión. Acto seguido, terminan la noche con «One», una bandera de Colombia atravesando la pantalla coronada con una paloma blanca en el centro. Las luces del estadio se encienden, suena «Stand By Me» de Ben E. King por los parlantes y emprendo la salida mientras lucho contra el cansancio que ya me invadía casi por completo.

Aun hice un esfuerzo para escuchar las opiniones del público, donde pude escuchar algunas voces favorables sobre el concierto de Noel y alguna canción que consideraban, quedó faltando por parte de U2 (en mi caso esa sería «I Will Follow»). En el camino de regreso pude confirmar que, efectivamente, Noel Gallagher superó de alguna forma algo de esa brecha que lo distancia todavía de una mayor aceptación en Colombia. Pero más importante aun: me encontré tarareando la guitarra de The Edge en «Beautiful Day» de regreso a mi casa, rememorando dos días repletos de música y detalles en medio que, para bien o para mal, hicieron irrepetible la experiencia.