Por: Daniel Ospina @themockman
Fotos por: Sebastián Pedroza Vera @Cabronazo__
Cada vez que llega el día de cierre de Estéreo Picnic me pasa que nunca termino de sentirme cómodo entre tanta fusión y tanto DJ. Disfruto estar ahí, si, pero es como si fuese una persona completamente diferente. Claro que eso no me impidió ver shows tan tremendos en el pasado como los de Gogol Bordello, Los Fabulosos Cadillacs, Calvin Harris, Andrés Calamaro, o incluso Los Petit Fellas, The Flaming Lips y Alvvays en la edición anterior, pero siempre que había demasiada fusión o demasiado DJ me sentía como ajeno a todo seo.
Pero por fortuna las tradiciones se hicieron para romperse en ocasiones. Esta vez salía de mi casa completamente motivado para ver a muchos de los que se iban a presentar. Elkin Robinson, Nawal, Totó La Momposina, Buendia, Mateo Kingman, Sublime With Rome, deadmau5 o Richie Hawtin. Mientras iba de camino a la ruta en Centro Suba me fijaba, nuevamente, en esa aceptación a la cual he sometido esa música. Los motivos de ese cambio no son muy claros, pero es un hecho: lo que tiempo atrás era algo inaceptable y totalmente fuera de liga para mi, ahora parecía tener todo el sentido del mundo.
No soy el único que ha pasado por ese cambio, con toda seguridad. La diversidad de la que hace gala Estéreo Picnic ha terminado de formar este año a un sector del público que a las buenas o a las malas terminó entendiendo que era perfectamente natural pasar del rock al pop, a la electrónica, al reggae, a las fusiones de folclor con elementos contemporáneos, a las propuestas alocadas y disfrutar de todo eso sin sentirse culpable. No fue un proceso sencillo, y seguro que todavía hay gente que sigue cerrada en ese sentido (perfectamente natural y comprensible, si me lo preguntan), pero la sensación de comunidad está ahí y viene mediada por esa diversidad musical. Ese sábado fue uno donde las lecciones estuvieron a la orden del día, fuese sobre una tarima, reflexionando sobre todas las lecturas que puede ofrecer esta nueva edición del Festival, o incluso en las decisiones que tomé relacionadas con mi llegada y salida del Mundo Distinto.
Primera lección: No se fíe del transporte los sábados
Lamentablemente volví a llegar tarde el ultimo día de Estéreo Picnic a pesar de salir relativamente temprano de mi casa. Aunque no es la primera vez que pasa (de hecho es lo normal para mi llegar un poco más tarde el ultimo día), de todas las veces que he llegado tarde esta me dolió más que cualquier otra por ser de la forma más idiota posible. Cogí la ruta como de costumbre en Centro Suba, pero no contaba con que el bus solo iba a salir de allí hasta que llenara el cupo. Tuvimos que esperar dos horas para eso a pesar de los reclamos de muchos de nosotros por esa maniobra. Ese error de calculo me costó perderme a Elkin Robinson (el artista que más quería ver ese día) y Buendia. De haber sabido que serían así las cosas, habría ido a la fija hasta la Autopista Norte y cogía allí la ruta o un intermunicipal, como lo venia haciendo en años anteriores. Al menos le aprendí una nueva maña al Picnic.
Segunda lección: Totó y el resto
Llegué a eso de las cinco de la tarde al Mundo Distinto. Luego de caminar por ahí un rato junto a nuestro fotógrafo estrella, nos fuimos al Escenario Tigo para ver a Totó La Momposina, que acababa de empezar.
Voy a hacer un paréntesis en la historia para contarles una anécdota medio rara. Como parte de este cubrimiento, hice una serie de entrevistas con algunos artistas nacionales que tocaron en el Estéreo Picnic. Ese día estaba entrando al edificio donde se haría la reunión de los artistas, y justo delante mio había una señora con un vestido colorido, tomándose su tiempo para entrar mientras varias personas la detenían para hablar con ella. No le presté mucha atención al tema, hasta que ya adentro vi que la estaban entrevistando medios de todo tipo, fuese televisión o portales web. Entonces caí en cuenta: era Totó. Vi como una persona común y corriente a la máxima representante del folclor colombiano en el exterior. Era extraño, pero a la vez reconfortante. Y así fue su show ante mis ojos.
No tenía intención de verla mucho tiempo, aunque tenía claro que al menos por cultura general debía ver su show (digo, si es el máximo referente del folclor nacional hay que conocer el motivo de primera mano…). Con lo que no contaba es con que iba a terminar enganchado a lo que hacía esa mujer junto a su excelsa banda de músicos como pocas veces me ha pasado con cualquier artista en toda mi vida. Pero no hablemos de folclor. Hablemos de ver ese escenario lleno de pelaos que iban a ver un montón de cosas distintas a Totó y fueron congregados allí por ella. Fuese para ver a Sublime, a Wiz Khalifa, a Martin Garrix o a deadmau5, en el Escenario Tigo todos estábamos observando, bailando y aprendiendo clases de folclor con la bolivarense. Sorprendía y conmovía por igual ver cómo se dirigía sin complejos frente a esa audiencia, ávida (y con razón) de artistas internacionales. No se veía ni en ella ni en su banda la más mínima sensación de complejo frente al Estéreo Picnic y todo lo que pudiese representar para nosotros.
Los músicos son un capitulo aparte. Que Totó podía sacar adelante el show era hasta esperable, ¿Pero que su banda estuviese conformada por los mejores músicos del país? Con eso si no contaba. Secciones de vientos y percusiones de todo tipo, guitarras (fuesen eléctricas o cuatros), maracas y bajo en vivo se juntaban o alternaban un tema tras otro con una armonía envidiable. Todos con sus respectivos solos (especialmente enormes los que involucraban percusiones) mientras el ambiente entre todos era una confusa mezcla entre sorpresa, admiración, alegría infantil, y redescubrimiento de raíces. Cuando sonaba «Aguacero De Mayo» vi entre el publico a dos tipos con banderas colgadas en sus espaldas, una de Colombia y otra de México mientras bailaban a ese ritmo. Sublime momento.
Pero incluso admirado como estaba por eso, pude obviar la música o la grandeza de Totó en un escenario por un momento cuando interpretaron un clásico como es «El Pescador». En ese momento pude darme cuenta por primera vez de la belleza y la sencillez con la que plasma un momento, una actividad, una situación cotidiana en esa otra parte de la sociedad que no tiene nada que ver con la ciudad. Nadie, absolutamente nadie, ni siquiera incorporando ritmos occidentales a esa tradición ha conseguido algo igual de certero, sincero y acogedor. Es el mejor y más grande acto nacional que haya participado en Estéreo Picnic, y parece poco probable que ese titulo se pueda superar en el futuro cercano.
Todavía sorprendido fui a ver en el Escenario Moto a Mateo Kingman, el acto latinoamericano que más deseaba ver este año junto a AJ Davila. Con carpa llena, el ecuatoriano se despacho un show impecable, ofreciendo un directo donde lo reflexivo siempre podía abrir paso para lo movido de la manera más imprevista posible, siempre partiendo de fusionar cositas trip hop con música andina. Increíblemente tenia la carpa llena, cosa que no esperaba para nada, por mucho que ‘Respira’ fuese un trabajo tan espectacular como terminó siendo.
Tan bueno estuvo ese show que fui a buscar a nuestro fotógrafo al Escenario Budweiser donde estaba tocando a Nawal, y casi que lo arrastré para que le tomara fotos a Kingman. Igual aproveché y los vi un rato. Aun sonando a todo volumen (casi al límite del ruidismo), le metieron buena energía al asunto con ese reggae donde el dub, el ska y los trazos pop tienen su espacio. Hasta donde pude ver dieron un show bastante bueno.
Tercera lección: La pasión no se negocia
Luego de un rato viendo a Nawal tomé rumbo al Escenario Tigo para ver a Sublime With Rome, la banda que creó el bajista original de Sublime, Eric Wilson junto al guitarrista y vocalista Rome Ramirez para seguir con el legado de la banda que en los noventa fue liderada por Bradley Nowell hasta su muerte en 1996. Francamente no iba con mayores expectativas, tan solo estaba ahí por «Santeria» y «What I Got?», las dos canciones que más pegaron de ellos. Iba más en plan conocer y pues… estuvo bien, supongo.
No tenían el mejor sonido y aparte de esas dos canciones fue realmente difícil para ellos comunicarse con el público (seguro había fans más recorridos en la trayectoria de la banda entre la gente, pero no los suficientes). En cualquier caso es innegable que le metieron pasión a su show. Mostraron por igual trazos de la influencia reggae, el dub y el ska, sumados al pulso típico del punk californiano tanto en los temas clásicos de Sublime (que fueron mayoría, evidentemente) junto a los que han grabado como Sublime With Rome, como es el caso de «Murdera» y «Sirens». Pero si se van con el aprobado es principalmente porque «What I Got?» nos puso a cantar a todos a una sola voz.
Al terminar su presentación fui a buscar algo de comer. Me comí un crepe en Crepes & Waffles y luego me di una pasada por una torre que dispuso Presto para lanzar cada cierta hora hamburguesas gratis. Mientras esperaba la hora escuchaba a lo lejos mientras Chancha Vía Circuito tocaba en el Escenario Moto. Prometían, pero no tanto como Mateo Kingman. Cuando llegó la hora de coger la hamburguesa pude agarrar una, aunque casi pierdo mis gafas en el proceso.
Me encontré un rato después con mis compañeros de Escena Indie, con los cuales tomamos rumbo al Escenario Budweiser para ver a GusGus, grupo del que se esperaba muchísimo y desafortunadamente quedó a deber por una serie de motivos. Por un lado, no venía la banda completa, solo estaban el vocalista Daníel Ágúst Haraldsson y el responsable de los sintetizadores Birgir Þórarinsson. Por otra parte, el sonido no era el mejor, cosa de la que se quejaba Þórarinsson en medio del show constantemente con los responsables del sonido. Eso pudo afectar mucho su disposición a dar el concierto, pues hicieron varias omisiones importantes en el repertorio. No sonaron ni «Crossfade» y, para sorpresa de todos, «Over».
Aun así, debo reconocer que mostraron sus mejores cualidades, aún cuando no les alcanzara para dar el show que todos esperábamos. Haraldsson mostró ser un frontman en toda la regla con esos movimientos tan precisos y esa particular forma de incitarnos a bailar y movernos a su ritmo. Las programaciones de Þórarinsson a pesar de que el sonido estaba algo reventado eran certeras, implacables y nos pusieron a bailar con «Airwaves» y «Arabian Horse». Pero lo uno no quita lo otro: pudo ser mucho mejor de lo que finalmente fue.
En ese momento ya el cansancio de los tres días se percibía en todos nosotros. El fotógrafo siguió haciendo su trabajo con el resto de artistas de la noche, pero el resto decidió irse temprano. Como para este año me prometí aguantar hasta el cierre los tres días de Estéreo Picnic, dirigí mis pasos hacia el Escenario Tigo, donde ya deadmau5 estaba haciendo lo suyo.
El canadiense tiene algo que engancha fácil con su figura más allá de su celebre casco, y es el aprovechar el EDM al servicio de sus tendencias alocadas y a ratos progresivas. No tuvo problemas para encandilar un publico algo extraño para él, pues parecía más expectante a lo que hiciera el fiestero Martin Garrix que de este canadiense más alocado e impredecible. No lo vi demasiado porque para el momento en que llegué iba como en la mitad del set, pero estuve lo suficiente para verlo hacer «Ghosts N Stuff» (ya va siendo hora de traer a Rob Swire por estos lares, sea con Pendulum o con Knife Party…) y «Maths». Buen show del que solo vi algunas canciones porque había que ver al tipo que tranquilamente podía rivalizar con deadmau5 o Garrix en eso de convocar gente y enloquecerla: Richie Hawtin.
Cuarta lección: ¡Richie Hawtin tu papá!
Dirigí mis pasos al Escenario Moto rápidamente, y me sorprendió para bien darme cuenta que estaba completamente lleno. En ese momento Julio Victoria estaba terminando su set donde lo house y lo experimental se trabajaban en una linea borrosa pero muy efectiva igual. Se va entre aplausos, y en un abrir y cerrar de sus ojos su mesa es reemplazada por otra. Sin mucho ruido, el tipo que le dio un segundo aire al techno de Detroit en los años noventa ya había aterrizado para darle al Mundo Distinto del 2017 el cierre que se merecía.
Hubo dos momentos al comienzo del set de Hawtin que dejaron claro lo enormes que iban a ser esas dos horas pinchando en el Escenario Moto. El primero fue cuando tomó las cosas por donde las había dejado Victoria y empezó a transformar los beats y ruidos raros del colombiano en ese híbrido entre techno, house y trance que durante dos horas nos iba a poner a bailar como si hiciera vudú a través de la consola. Pura magia old school de la que tanto gusta Hawtin. Se nota que se tomó todo el asunto como si fuese cosa de dos o tres DJs seleccionados para una fiesta cualquiera (o mejor, una fiesta dentro de otra fiesta) en perfecta sincronía proponiendo algo más allá de luces y rankings de mejor DJ.
Unos minutos más tarde ocurrió el otro momento. Cuando deadmau5 terminó su set comenzaron a tirar fuegos pirotécnicos, así como lo hicieron con cada headliner que cerraba su presentación en los tres días de Estéreo Picnic. Mientras Hawtin pinchaba, veíamos por detrás de él cómo las luces iluminaban el ambiente de una manera casi armónica con lo que hacia el canadiense. Fue una eventualidad que puso la mística y el delirio por las nubes en el Escenario Moto, misma que no volvería a bajar hasta las 3 de la mañana cuando terminó el set.
El resto de la noche fue un delirio indescriptible. Se divertía desquiciando todo lo que contribuyó a crear en el pasado. Ponía trazos de techno fuese el más denso o el más minimalista y manejaba los momentos en los cuales estallaban los bajos a su antojo. Y el merito es doble si se toma en cuenta que no requirió de apelar a hits radiales o algo remotamente parecido a las canciones que ha publicado en el pasado. Simplemente eligió los mejores sonidos posibles, los puso juntos y el resultado fueron dos horas memorables y arrolladoras. Yo soy pésimo bailando, pero esa noche me movía de formas que no creía posibles mientras observaba a mi alrededor mucha más gente joven de la que esperaba. Pensaba que muchos de ellos estarían viendo a Martin Garrix, pero no.
Lo crean o no fue, por paliza, lo mejor de este Estéreo Picnic. Tanto que saliendo del Mundo Distinto para regresarme a mi casa (esta vez sin contratiempos) me compré un RedBull para poder sobrellevar ese domingo mi regreso al mundo real: una reunión de trabajo con mis compañeros de la universidad, quienes poco o nada saben de ese lapso de tres días en nuestras vidas donde todo deja de importar, salvo la música.
Quinta lección: Necesitamos más riesgos
En esta edición el Mundo Distinto de la 222 con Autopista entró a un punto donde, por un lado, ya nos hemos acostumbrado a su presencia. Damos por hecho que seguirá ahí, y que continuará ofreciendo lo mejor de la música nacional e internacional en sus tarimas. Por eso mismo puede que ahora los próximos carteles sean una apuesta segura constante, una tendencia definida que es un éxito, y seguramente será muy difícil que eso cambie en el futuro. Entiendo lo de meter pop tipo The Weeknd o incursionar en el urbano con Wiz Khalifa y no lo pongo en tela de juicio así no sean de mi agrado, pero para los que apoyamos esos grupos raros, innovadores y completamente desquiciados, sentimos que deben arriesgarse más. Eso aún reconociendo que se la jugaron bastante trayendo a Catfish And The Bottlemen (dentro de lo que se puede llamar «jugarsela» con un grupo tan ligado al britpop como ese), Silversun Pickups, Bob Moses o Mateo Kingman y que salieron bien librados en todos los casos. Pero el estándar de rock es a ratos tan corto que se necesita algo más suicida que eso.
Seré más específico. Me produce cierta impotencia ver cómo nombres tipo The Jesus And Mary Chain, Courtney Barnett, Primal Scream, The Libertines, Air, Moon Duo o The Brian Jonestown Massacre han pasado por la región en los últimos 5 años y nadie los agenda para un concierto en Colombia. Si, son más bien grupos de culto. Si, los admiramos. Si, los vemos en YouTube y nos asombramos con lo que pueden hacer en vivo en un Glastonbury o un festival cualquiera alrededor del mundo; pero por algún motivo nunca se arriesgan a buscarlos o a contratarlos, pues pareciera que no cumplen con los criterios de ser radiables o tener buenas cifras en streaming. Por supuesto, seria una tontería pensar que ese es el único criterio con el que Estéreo Picnic agenda artistas, pero es el predominante y va en detrimento de esos riesgos suicidas, tan necesarios como el agendar artistas que convoquen masas.
Es normal que con ese crecimiento en la asistencia a conciertos en Colombia quieran pegarse de la gallina de los huevos de oro, pero se hace necesario arriesgarse (y hasta perder, creo yo) con esa clase de artistas para desafiar a la audiencia. Si les dan a los asistentes solo lo que quieren terminarán pervirtiendo eso en lo que muchos confiamos. Eso que con New Order fue mitad halagos, mitad rechiflas por parte de un publico que casi que estaba allí solo por ver a The Killers. Eso que tres años después tuvo su justa recompensa en el Festival Sónar.
No obstante, también es importante decir que esa responsabilidad de asumir riesgos suicidas no le corresponde necesariamente a Estéreo Picnic. A estas alturas de la vida, el evento ya cumplió su cometido: nos puso definitivamente en la mira de las giras mundiales del momento. Eso es innegable y es de agradecer. Pero a pesar de que lo disfruté bastante, me queda claro que ha llegado la hora de dar nuevos pasos hacia adelante. De seguir escribiendo capítulos en la historia del rock, del pop, de la electrónica, de los conciertos y la música colombiana. ¿Los dará Estéreo Picnic? ¿Habrá alguien que se atreva a cubrir esa necesidad sin tanto público pero igualmente importante? El tiempo lo dirá, y nosotros también. Ojala en el futuro el transporte sea menos traumático, pues las historias de ese potrero al que llamamos «Mundo Distinto» siguen estando a la altura, a pesar de cualquier reserva que podamos tener.
Nos veremos en un año. O no.