Festival Estéreo Picnic I: el show debe continuar

Por: Armando Rendón

La edición de 2014, fue un premio para los miles de participantes: para el público, para los grupos que tocaron y especialmente para esos intrépidos que apostaron por posicionar a este Festival como uno de los referentes latinoamericanos de la música de nivel internacional.

…Y todo arrancó con un jueves tormentoso, vivimos las cuatro estaciones en un día, con una lluvia que hacía dudar hasta al mismísimo Noé de embarcarse en la multiaventura que era adentrarse en la Autopista Norte y desafiar al endemoniado tráfico bogotano para ir a disfrutar del menú “groumet” que nos tenían preparado. Pero, tanto a los que apostaron por asistir a última hora al evento, como para aquellos más fieles y “creyentes”, no había excusa, no había opción ni alternativa, había que ir “sí o sí”. Y congelados por fuera, ataviados de gorros, carpas, chaquetas, botas pantaneras, etc., allí estábamos con la música saliéndonos por los poros de la piel y entre todos formando un paraguas, una sombrilla, con forma de nota musical, de corchea, para apaciguar las embestidas de una lluvia que por momentos llegó a ser torrencial.

Foto de: Andrés Alvarado

Foto de: Andrés Alvarado

Y señores, todo tuvo su justa recompensa, más que esperada, más que sentida, más que deseada, porque a pesar de los retrasos, allí pudimos vivir un día único, donde lo de menos era lo que nos deparaba el tiempo, lo de más era lo que cada uno sentía al escuchar los acordes de sus grupos preferidos, de su música, de su puesta en escena y de la entrega a sus fieles.

Y como hay que empezar por algo, que no tiene porque ser el principio, nuestra primera reseña es para los norteamericanos que decidieron ser adoptados por ese país tan desconocido y tan acogedor de la Península Ibérica como es Portugal. Sí, estos “gringos” decidieron llamarse Portugal. The man, y con esa furia ibérica pusieron durante algo más de una hora al público en pie en el Escenario Caracol. Muy buen sonido, complicidad con el público y arranques de furia en forma de guitarras, batería y auténticos temazos como “Purple, Yellow, Red and Blue”, para mi uno de los momentos álgidos del festival. “All I Wanna do is Live in ectascy, I know what’s best for me”, sólo escuchar esta letra ya compensaba asistir y sentirse parte de la corriente que arrastró a todos los allí presentes hasta el éxtasis. No se guardaron nada, a pesar de haber tenido en la previa ya un aperitivo para su público, en la terraza de Armando Records.

Foto de: Andrés Alvarado

Foto de: Andrés Alvarado

Y sonó “Modern Jesus”, con ese órgano que no te puedes quitar de la cabeza y que hizo que no dejáramos de movernos durante los cuatro minutos largos en los que retumbó en el cielo de Bogotá. Y de aquí corriendo al escenario Tigo, donde nos esperaba Julian Casablancas, con uno de sus proyectos paralelos a The Strokes, aunque con forma de marca blanca menos atractiva.

Y en ese momento arreciaba la lluvia, nada invitaba a sumarse a la fiesta musical que este secuaz de los Strokes pretendía montar. Y posiblemente fue el momento menos lucido del festival, ya que ni la sonoridad era especialmente buena, ni el tiempo invitaba a nada más que resguardarse y porque Casablancas repasó los temas de su largo incluido “11th Dimension” (espectacular), pero olvidó casi completamente sus trabajos con The Strokes, quizás el aperitivo más deseado por todos los allí presentes.

Foto de: Andrés Alvarado

Foto de: Andrés Alvarado

De forma casi paralela en el escenario Caracol, se subían a la tarima los españoles Dorian, con su indie pop electrónico y de culto. Marc y su gente repasaron una a una las composiciones de su disco de 2013, “La velocidad del vacío”, poniendo de manifiesto que es un grupo con una gran cantidad de seguidores en esta parte del mundo. A nuestro modo de ver, Dorian es más una banda para conciertos más íntimos, más “recogidos”, sin que ello signifique que su puesta en escena y sonoridad fuesen impecables. Lo dieron todo, y sonó por supuesto “Cualquier otra parte” y como punto álgido y final de su actuación “Los amigos que perdí”, el tema bandera de su último largo.

A partir de este momento, todo fue “in crescendo”, todos los astros empezaron a alinearse para que aquello terminase como una conjunción mágica entre música, músicos y melómanos pasivos. Y es que, lo siguiente fue introducirnos en el mundo de Capital Cities, que rompieron su actuación con “Kangaroo court”, tema perteneciente a su más que aceptable ultimo largo. Sonido “daft punk”, electrónica al servicio del pop, música para bailar, para disfrutar y no pensar en nada más ni en nada menos, o como dice el título de una de sus canciones “I sold my bed, but not my stereo”. A estas alturas ya de la noche, el público en trance, enardecido, enfervorizado y absolutamente abducido por la corriente musical que iba de alma en alma, de corazón en corazón,de palpito en palpito, de estereopicnico en estereopicnic. Para terminar, “Center Stage” y veinte minutos, sí, veinte minutos de “Safe and Sound”, el himno revelación de 2013 y que los subió a los altares de la música de culto independiente. Y veinte minutos sin parar de bailar, sin detener un segundo de cantar el estribillo y ver como los integrantes del grupo abandonaban sus instrumentos, “pinchaban” un remix de la canción y se hacían grupo, hacían parte de la masa que enloquecida no dejaba de gritar….y aún quedaba lo mejor.

Foto de: Juan Felipe Rubio

Foto de: Juan Felipe Rubio

Juan-Felipe-Rubio_2014-04-03_capital-cities_JF18503-c

Foto de: Juan Felipe Rubio

En el escenario Tigo, aparecían Nine Inch Nails, con toda su batería electrónica puesta en escena para que nadie olvidara que aquello empezaba a llegar a su punto álgido, a su culmen. Y llegó, claro que llegó. La espera por más de 2 décadas por parte de los fans, estaba a punto de cesar. La liturgia se abrió paso cuando Trent Reznor y compañía salieron al escenario para poner a «poguear» a todos los creyentes; y decimos creyentes porque lo que se sintió ese día fue un especie de ceremonia, un ritual en el que la  rabia condensada de los asistentes, se transformó en energía desbordante con la puesta de los músicos. Esta alegría incesante, se esparció entre el público, provocando una reacción de éxtasis, llanto,melancolía,recuerdos, mucha felicidad.

Foto de: Camio Rozo

Foto de: Camio Rozo

Foto de: Camilo Rozo

Foto de: Camilo Rozo

Y quien mejor que Phoenix para hacer que aquello estallase. Quienes mejor que estos franceses parientes cercanos de Daft Punk, vecinos de Versalles y emparentados con la familia Coppola, para hacernos llegar al clímax. Todo fue perfecto, fue un jueves para la eternidad, que se hacía siamés con y que se hacía parte de un viernes que también prometía ser eterno (y que sin duda lo fue). Y permítanme que lo diga, pero levitamos, volamos al ritmo que marcaron Thomas Mars,Deck D’Arcy, Laurent Brancowitz, Christian Mazzalai y Thomas Hedlund, fundiéndonos en un solo cuerpo al tocar las palmas, al cantar al unísono o al hacer nuestro todo el electropop underground que irradiaba la banda.

Y desplegaron toda la artillería musical contenida en “Bankrupt¡” sin dejar ninguna bala en la recámara, incluyendo por supuesto su “Entertainment” o “S.O.S. in bel air”, himnos extraídos de su último largo. Pero señores, esta macrobanda, tiene ya acumulados varios discos, y a la hora de sacar a pasear toda su artillería pesada, sin duda hablamos de poner a degustar temas de su penúltimo largo, “Wolfrang Amadeus Phoenix”, con el que nos transportaron más allá de la situación de éxtasis, clímax o como quieran llamarle. Elegantes, pulcros, carismáticos,profesionalidad musical ante todo, que unida a una puesta en escena potente, hicieron que viviésemos uno de los conciertos de nuestra vida (para mi después del “Boss” de lo mejor que he visto). Y claro, por quedarnos con dos momentos del concierto, escuchar en directo “Fences” o “Liztomaina”, perdonen que les diga pero fue una auténtica barbaridad.

Foto de: Juan Felipe Rubio

Foto de: Juan Felipe Rubio

 

Foto de: Camilo Rozo

Foto de: Camilo Rozo

Y nos fuimos a eso de las dos de la madrugada con una sonrisa de oreja a oreja, con ganas de más pero con el regusto de haber vivido un momento único, bajo una leve llovizna que sin duda caía desde el cielo por haber arrancado “Too Young” alguna lágrima de los habitantes melómanos del más allá y que echaban de menos hacerse presentes en la magia que supone vivir en directo, nuestra pasión, nuestro ADN: LA MÚSICA.

Todas las fotos: