Por: Andrea Jiménez Follow @AndreRockNLover
Fotografía: Fernanda Morales Follow @Guerechuchu
En un momento de la música donde los visuales artísticos y los sintetizadores mandan la parada, es bueno volver a ver shows de rock viscerales, donde más que entrega en el escenario, hay una inmersión total en el aura del público, donde más que una puesta en escena hay una propuesta auditiva, que cautiva y contagia, con simplicidad pero con potencia. Así se puede describir la presentación de Black Lips junto a The Kitsch el pasado sábado 1 de marzo en Bogotá.
La noche comenzó con The Kitsch, una banda que supo darse a conocer desde el primer momento. Tuvieron una ventaja grande en el punto donde algunas bandas suelen fallar: ellos, en ningún momento, se presentaron como ‘teloneros’, sino que supieron hacerse sentir como la apuesta local del concierto. Con talento y contundencia, The Kitsch sorprendió, al preparar una presentación a la altura del que se creía era el artista principal. Canciones como ‘Quiero bailar con tu mamá‘, ‘Uno Más’, ‘Seagulls Mind’ y ‘Go Ranger Go!’ conquistaron al público y lo hicieron bailar, pogear y disfrutar al máximo de ésta, la nueva propuesta garage de la capital.
Tras una corta espera, amenizada con canciones de los 60’s, Black Lips hizo su aparición; y con la intención de marcar su llegada desde el principio, arrancaron con su poderoso tema ‘O Katrina!’ seguido de varios de sus éxitos como ‘Family tree’, ‘Modern art’, ‘Time’, ‘Not a problem’, ‘Sea of blasphemy’, ‘Go out and get it’, ‘M.I.A’ y ‘Boomerang’, sin dejar por fuera las adictivas armonías de su más reciente sencillo ‘Boys in the wood’. Con un público casi en éxtasis, remataron su descarga de rock con la pausada melodía blues de ‘Raw Meat’, seguida de ‘Bad Kids’ con la que el público enloqueció y se entregó completamente a los sonidos de esta banda, que desde Atlanta trajo a Bogotá su concepto único, que no solo le ha permitido mantenerse vigente por casi 15 años, sino que le devolvió al garage su distintiva magia poco armoniosa.
Un concierto muy bien logrado, que deleitó de principio a fin, donde el público tuvo la libertad de salirse de sus cabales, sin que por ello se formara un caos. Un show admirable, ameno y desenfrenado, con entrega y corazón, que muchas más personas hubieran podido disfrutar. Una nueva generación de garage está pidiendo renacer y hay que apostarle a este tipo de eventos que evocan esa alma retro que todo buen rockero lleva por dentro.
Agradecimientos especiales a Bogotá Soul Club, Rock & Roll disco e Intuitivo Producciones