Opinión: ¿Yo creo en lo de acá? ¿O creo en la música?

Por: Daniel Ospina 

Esto me lo tenía guardado desde hace mucho tiempo. Con algunos conocidos he discutido sobre este tema, pero no quería hacer un texto abordando lo que van a leer a continuación porque tenía serias dudas sobre cómo podría tomárselo la gran mayoría de la gente que pueda leerlo. Como yo lo veo, esto no es cuestión de quien tiene razón o no, sino de establecer una postura. Una diferente a la que se ha cocido últimamente en Colombia alrededor de la música alternativa.

Cuando me uní a Escena Indie hace como dos años, fue un momento muy especial para mí. Tenía la oportunidad de contribuir a un medio que desde que terminé mi bachillerato se convirtió en un referente personal para dar mis primeros pasos en eso de escribir sobre música. A pesar de que siempre se han caracterizado por prestarle atención a las agrupaciones que salen de aquí, he mantenido mi distancia frente a esa política editorial. Y no porque no me guste (de hecho, he contribuido a esa línea) sino porque de un tiempo para acá el hecho de escuchar bandas nacionales por algún motivo se está convirtiendo en una cuestión de patriotismo antes que de si la banda nos gusta o no.

Por algún motivo ahora existe un miedo de las bandas y toda la gente involucrada en este cuento de la música en Colombia relacionado con establecer juicios de valor a su trabajo. Lo irónico es que no es raro encontrar entre ellos a personas que tienen a Pitchfork, Allmusic o al NME de referentes cuando se trata de buscar tendencias. ¿Acaso tienen tan poca seguridad en lo que hacen que al primer mal comentario se rinden? Yo no lo creo. Si fuera de esa forma, estoy seguro que Colombia no tendría la racha que tiene con los artistas que están tocando y grabando actualmente.

En consecuencia, cuando veo bandas y publicaciones (incluyendo a Escena Indie) con su #YoCreoEnLoDeAcá o con arengas tipo “que viva la música hecha en Colombia”, no siento que estén dando el mensaje correcto. No parece que tomaran en cuenta (para bien o para mal) el tema de la globalización. El hecho de que hoy por hoy el mundo es el escenario, que no importa si la música sale de Colombia, de Venezuela, de Estados Unidos o de Kenia, porque en todas partes se pueden escuchar muchas formas sobre lo que podemos entender como una canción. Buenas o malas, de acuerdo a la percepción de cada quien.

No encuentro atractivo abanderar la música colombiana por el mero hecho de ser colombiana. Seguramente los que apoyan esa postura pueden decir que esa nunca ha sido la idea, pero siento que cuando la asumen es justamente ese el mensaje que transmiten.

Ejemplos hay muchos. No es raro ver proclamas como la de Superlitio en concierto gritando “que viva la música hecha en Colombia” o el proselitismo en cada Concierto Radiónica hacia “los sonidos nacionales”. Pero me centraré en un ejemplo reciente. Desde hace unas semanas hay una campaña en redes para hacer que Revolver Plateado sea el telonero de Pearl Jam (#RevolverPlateadoSeaElTeloneroDePearlJam). Apareció a raíz de que en Chile al no haber telonero para la presentación de la banda de Seattle, el público asistente se movilizó virtualmente para pedir a una banda local en concreto: Weichafe. Como la promotora del concierto en Chile dijo que iban a considerar la posibilidad, en Colombia decidieron no quedarse con las manos cruzadas.

El asunto con la campaña para hacer de Revolver Plateado el telonero de Pearl Jam apareció tan solo días después de saberse que Spoon, una banda norteamericana con una buena trayectoria y un buen They Want My Soul lanzado el año pasado (de hecho en varias publicaciones fue considerado como uno de los mejores discos del 2014), va a cumplir con esa tarea.

Al principio no le di importancia. Pensaba (y todavía lo hago) que a lo mejor hay buenas intenciones detrás de la iniciativa. Revolver Plateado es una banda que se merece algo de esa envergadura y tiene las canciones apropiadas para abrirle a Eddie Vedder y compañía. El asunto me comenzó a preocupar cuando leí este Tweet.

Me da la impresión de que es una cosa de patriotismo antes que musical en esa campaña de los seguidores de Revolver Plateado. ¿No sería más interesante pedir dos teloneros en vez de uno? ¿No sería más diplomático dejar a Spoon hacer lo suyo, dejarlos sorprender a quienes no los conozcan, y permitirle hacer lo propio a Revolver Plateado? Como sea, no es una respuesta agradable de leer, mucho menos proviniendo del club de fans de la banda.

Pero esa idea patriotera que se apoya en nacionalismos es algo que se percibe en el rock nacional en general, y no es un buen camino a seguir. Ese tipo de estrategias funcionaron en el pasado cuando se aplicaron en Estados Unidos e Inglaterra porque no había tanta facilidad e inmediatez de comunicación, y el consumo de música no podía compararse ni en forma ni fondo con el que existe hoy. Pretender exaltar un patriotismo similar a esos en el 2015 no es consecuente con la realidad que vivimos (mucho más cuando en esos países se reniega de esas estrategias hoy en día).

Es totalmente innecesario y completamente injusto para cualquier banda que su popularidad se deba a motivos patrióticos en plan “apoyar el talento colombiano” o “apoyar la música hecha en Colombia” cuando vivimos en una sociedad donde se puede acceder a la música de cualquier parte del mundo en cuestión de segundos. La música es algo demasiado grande y demasiado genial como para limitarlo a una cuestión de “talento colombiano”. Yo no escucho a Mr Bleat, Estados Alterados, The Kitsch, Mitú o MNKYBSNSS por ser colombianos. Lo hago porque me gustan. Así como me pueden gustar no sé cuántas bandas de otros lugares.

Pero ojo, el público también tiene responsabilidades por asumir en ese sentido, siendo a ellos a quienes va dirigida toda esa cosa patriota. Hace unas semanas en mi programa de radio cuando hablaba de la cuota nacional del Estéreo Picnic 2016, señalaba que uno de los motivos por los cuales mucha gente habla mal de esta escena (o de las bandas de esta escena) se debe a que los espectadores ponen unas expectativas absurdas para calificar algo como “bueno” o “malo”. Por algún motivo la gente espera que las bandas colombianas tengan apenas arrancando el mismo porte de unos Foo Fighters o unos The Killers, ver la reencarnación de Freddy Mercury o Kurt Cobain sobre el escenario, cuando todavía no hay tanto nivel. Hay un muy buen nivel, pero sería ridículo pensar que esas bandas están en ese punto ahora mismo en sus carreras.

Esa postura de hacer pedazos a las bandas por ser colombianas tiene que cambiar. Si lo miramos desde el otro extremo, no podemos seguir siendo tan inmaduros de pensar que la buena música no puede salir de Colombia. Si una banda le parece mala, adelante. Expréselo. Argumente. Eso es un aporte, guste o no a las víctimas. Pero establecer prejuicios alrededor de la música solo por su origen es algo tan absurdo como apoyarla por esa única razón.

No obstante, sigue latente ese miedo a los comentarios negativos. Y seguimos con esos debates de que la escena colombiana es terrible. Es verdad que no anda bien y que hay problemas estructurales que no le han permitido despegar como es debido, ¿Pero por qué miramos al rock colombiano como si fuera un enfermo o un discapacitado? Hoy por hoy Colombia tiene una escena musical con virtudes y defectos, así como la tiene Costa Rica, México, Estados Unidos, Japón, China y la Conchinchina. Tenemos cosas para envidiarle a otros lugares, y viceversa.

¿Qué tenemos que mantener y ampliar un público? Por supuesto que sí. Pero hay que seguir trabajando para eso. ¿Qué no funciona? Pues si se tiene que seguir tocando para 5 distraídos en un bar o mirar en las estadísticas de lectores de un medio online que lo máximo a lo que podemos llegar al mes son 10 lectores, pues seguimos con esos 5 espectadores y esos 10 lectores. Seguramente esa generación no está preparada para nosotros, pero tal vez la siguiente si vea algo especial en los que estamos ahora. Si nos dedicamos a esto porque nos gusta, debemos continuar. Nos lo exige un proyecto de vida.

Con esto no busco cazar peleas ni exigir nada. Lo que quiero es que nos quitemos de la cabeza ese asunto de apoyar las cosas solo por ser colombianas sin ponernos a pensar en si son buenas o malas. Se puede armar un criterio, se puede juzgar, se puede amar, se puede odiar, pero siempre guardando las proporciones. Pero ojo, eso tampoco es una justificación para no darle la oportunidad a la música de sorprendernos. Si dejamos de mirar las cosas con tantos prejuicios y dejando de poner expectativas que sabemos que no se van a cumplir, podríamos sorprendernos con muchas bandas colombianas. Pero no por ser de aquí, sino porque genuinamente pueden ir mas allá de una nacionalidad para sorprendernos.

Finalizo con una pregunta: ¿Ustedes creen “en lo de acá”? ¿O creen en la música venga de donde venga?

La opinión del autor no compromete la del medio.