Retrospectiva: Unknown Pleasures, el pulso de la decadencia urbana

Este artículo fue publicado originalmente en junio de 2014. Hoy lo compartimos nuevamente para conmemorar el aniversario de la muerte de Ian Curtis.

Por: Daniel Ospina 

Hace 5 años el despectivo para los marginados, por cuestiones de moda, era «emo». Ahora es «hipster» por la misma razón. Hace 5 años My Chemical Romance y Fall Out Boy eran las bandas punteras en el mundo del rock. Hoy son Arctic Monkeys y The Black Keys. Hace 5 años Van Halen era mi banda favorita en ingles. Hoy lo es Oasis. Hace 5 años parecía que Radiohead había liberado la música del yugo de la industria cuando le dio prioridad a Internet sobre el formato físico. Hoy los vinilos vuelven a ser importantes y entre iTunes, Deezer y Spotify tienen monopolizado el consumo musical.

Por eso cuando hablo de Joy Division en la actualidad, no puedo evitar sentirme hipster haciendo esa comparación del mundo hace 5 años, cuando escuché por primera vez las notas de «Glass» (un demo que nunca publicaron oficialmente), «Love Will Tear Us Apart» y «Atmosphere»; y el mundo hoy, donde hasta One Direction tiene al menos una camiseta con la portada del álbum del que hablaremos.

Hace 5 años conocí a la banda de Ian Curtis, Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris en un circulo social donde hablar de ellos equivalía a marginación automática por friki. Hoy una persona tiene que ser una especie de ermitaño si nunca ha escuchado hablar de ellos.

De cualquier forma se convirtieron progresivamente en una parte importante de mi vida (y de muchas personas más), al representar ese personaje que hace parte de un mundo vacío, rutinario, donde la felicidad es artificial y la tristeza aunque no es algo positivo, al menos es más honesto. Pero era una banda que uno no podía definir como depresiva de forma concreta, sino más bien como una formación que buscaba la paz espiritual en cada nota, acorde, ritmo, melodía, golpe, letra y grito.

Y aunque al descubrir de forma directa el indie y el rock alternativo se hicieron una de mis bandas favoritas, realmente fue hasta hace unos pocos meses que escuché sus dos discos completos, uno de los cuales cumplió hace dos días 35 años de ver la luz. Es momento de hablar de Unknown Pleasures, el primero, y uno que marcaría para siempre la historia del rock en los meses, años y décadas siguientes.

Contexto

No se si decir que Joy Division fue una formación de parias desde sus inicios, porque si bien Warsaw (o sea, Joy Division antes de llamarse Joy Division) no era punk en la forma en que se entendía con los Sex Pistols o Buzzcocks, tampoco se podía decir que la escena underground los rechazó por ese motivo. De hecho, destacaron desde sus inicios por esa forma tan instintiva de entender el rock, y por un frontman con el carisma maldito que podía marcar el ritmo de la banda, a tal extremo de hacerla pasar a un capitulo radicalmente distinto con su muerte.

Cuando cambiaron su nombre al que los hizo leyendas, ese sonido tan primitivo mutó rápidamente en otra cosa en el momento que lanzaron su EP An Ideal For Living a mediados de 1978. Si bien conservaba algo de la rabia guitarrera de su periodo anterior, ya el sonido era más caótico en la batería, más denso en los riffs de la guitarra y con un bajo que si bien todavía no alcanzaba toda la notoriedad de unos meses más tarde, ya tenía la presencia suficiente para decir que hacia algo mas que marcar el ritmo.

A esas alturas ya era el secreto mejor guardado del Reino Unido. Secreto que vio la luz en septiembre de 1978, cuando Tony Wilson los invitó a hacer una presentación en Granada Reports (al igual que Sex Pistols dos años antes), lo que hasta la fecha se considera como el detonante para que, unas semanas después, firmaran con la discográfica de Wilson, Factory Records, y comenzara la historia de eso que hoy conocemos como música Indie. De hecho, esa presentación alcanzó el carácter de icónica por las tremendas versiones de «Shadowplay», «She’s Lost Control» y «Transmission» interpretadas esa noche. Lo cierto es que, con excepción de «Transmission», todas quedaron en Unknown Pleasures.

Para finales de 1978 aparecieron en el recopilatorio A Factory Sample con las canciones «Digital» y «Glass», junto a The Durruti Column, John Dowie y Cabaret Voltaire. Estas dos servirían como el antecedente inmediato a Unknown Pleasures, que seria grabado en los primeros días de abril de 1979 con la producción de Martin Hannett.

El disco

Bernard Sumner en algún momento describió el sonido de Joy Division como producto de las limitaciones (más logísticas que técnicas) que tenían en esa época. El mismo, distorsionaba su guitarra mientras que Hook tocaba el bajo a todo volumen debido a que el amplificador en sus primeros años no funcionaba si se usaba en un volumen menor. Morris marcaba el límite de la banda con sus golpes en la batería, mientras que en el acople, y en los conciertos, se manejaban de acuerdo a los movimientos o poses de Ian.

Hook por su parte dice que, en cierta forma, Unknown Pleasures solo hubiese tenido sentido con los que estuvieron involucrados y no con otros. El bajista explicaba que le dieron a Hannett buenas canciones y el simplemente aportó su visión arriesgada de cómo debía sonar un álbum.

De hecho, Hannett aprovechó para probar cosas que solo podían compararse a los experimentos de Bowie por esos mismos años en Berlin, pero partiendo de la base underground de Manchester, incluyendo cosas como cisternas, puertas que se cerraban, o métodos más propiamente de la producción como delays o guitarras en reversa. Por ejemplo, en «Insight» la voz de Ian fue grabada por linea telefónica para lograr el alcance que buscaba Hannett.

Había bastante influencia del krautrock alemán, y del impacto obvio de Bowie. Sumner además de la guitarra se da el gusto de incluir un sintetizador en «Insight» y «I Remember Nothing», mientras que Morris se mostraba influido por los alemanes Can. Ian por su parte reconocía, con ciertas reservas, la influencia de Bowie en su estilo de cantar y en sus letras. Letras que hablaban del desierto industrial y urbano que era Manchester, de la obsesión con escapar de ese lugar y buscar algo mejor, aún cuando supieran que ese algo no era para ellos y que eso solo podía aumentar su rabia y decepción con la vida. Era el lado b del punk: el post punk.

En medio de ese dualismo rabia-impotencia, es fácil notar que del frenesí casi industrial de «Disorder» podían pasar sin problema a las melodías desesperadas de «Day Of The Lords» o «Candidate», que bien podría haberla cantado Iggy Pop, otra influencia notable en el trabajo de Joy Division. En «Insight» daban espacio para mostrar que Sex Pistols no hablaron en vano cuando decían que «no había futuro para nadie». Era como ver a Ian haciendo su baile epiléptico-apocalíptico no con los ojos, sino con los oídos.

«New Dawn Fades», «She’s Lost Control» y «Shadowplay» simbolizarían la base en la cual se sostenía el álbum. La primera era como la corte fúnebre de Jim Morrison interpretada por Black Sabbath, en uno de los mejores momentos de Peter Hook en el bajo. La segunda es el signo maldito que rodea la muerte de Ian Curtis, en el que relataba la historia de la chica que tuvo un ataque de epilepsia justo delante de él cuando trabajo en la oficina de empleos, antes de que sufriese dicha enfermedad en carne propia, sostenida en el mejorable bajo de Hook, la batería de Morris tocada en la azotea, como parte del experimento de Hannett, y los riffs frenéticos de la guitarra de Sumner que parecían prolongar más las convulsiones de la chica.

Con respecto a «Shadowplay», no está de más decir que es un tema de cabecera del post punk y del rock gótico al mismo tiempo, con una letra que algunos dicen que habla del suicidio. Para mi es tan tétrica y tan indirecta en sus alusiones, que da miedo saber de qué habla realmente. De lo que si estoy seguro es que The Killers con su cover la lleva a un estado mental totalmente diferente. Para cerrar deciden alternar entre el ritmo denso de «Wilderness» y «I Remember Nothing», y el frenesí epiléptico de «Interzone».

Recepción

Si en el rock los puestos de los mejores álbumes de la historia se decidieran por la música propiamente dicha, Unknown Pleasures tendría al menos el segundo o tercer lugar totalmente garantizado. Y si se basara exclusivamente en las calificaciones de los críticos, seguramente también tendría el segundo o tercer lugar garantizado. No hablo de las ventas, porque si se juzgara de esa forma el mejor álbum, Lady Gaga, Rihanna o Katy Perry habrían inventado el pop. Y no.

Lo anterior lo digo para dejar claro que Unknown Pleasures no tuvo éxito comercial propiamente dicho, por lo que cuesta hablar de cosas como «arrasar las listas» o «mantenerse en el primer puesto por mas semanas». Mucho más tomando en cuenta que Joy Division alcanzó el éxito internacional después de la muerte de Ian. Pero eso no impidió que en el Reino Unido y una buena parte de Europa alcanzaran popularidad, dando presentaciones y grabando casi que de forma ininterrumpida durante casi un año, lo que pudo resistir el enigmático vocalista.

Legado

Me cuesta hablar de un legado de Unknown Pleasures sin apartarlo del que deja Joy Division. Pero vamos a intentarlo.

A corto plazo, encuentran un sonido particular, un concepto del mundo y de la humanidad propio, y un punto de partida para, aparentemente, irse por el barranco en Closer, su segundo y último trabajo, que siendo honestos, por momentos llega a gustarme incluso más que el debut. El éxito underground propiciaría el estrés y más ataques de epilepsia para Ian que, desesperado por creer que vivirá medicado toda su vida, se quita la vida el 18 de mayo de 1980, unas semanas antes de dar su primera gira por Estados Unidos. Tanta insistencia del ahora difunto vocalista para que el resto de la banda conociera Kraftwerk y esa gira por Norteamérica donde chocan con la música disco, son los puntos de partida para que New Order surja de las cenizas de Joy Division un tiempo después.

A mediano plazo, propician el estallido del post punk y demuestran que Sex Pistols hizo más que solo ruido durante su fugaz trayectoria. Con ellos aparecerían Sioxusie and the Banshees, Bauhaus, The Cure, Echo and the Bunnymen, Gang of Four, Wire, Cabaret Voltaire, The Fall y The Durruti Column para encabezar un movimiento en el que todos tiraban para donde querían y daban a luz un sinfín de géneros musicales. Vamos a ver si algunos de estos les suenan: gótico, new romantic, synthpop, no wave, new wave, indie. Pero como su influencia sobrepasó las islas (y con el éxito de New Order, la misma Europa) vemos que Nueva York se empodera de otra forma de la idea de Unknown Pleasures y, combinando la inexperiencia y el jazz con la idea de hacer arte, nacen la no wave y el noise rock en la Gran Manzana, en la cabeza de Swans y Sonic Youth.

A largo plazo, Internet parece renovar el paraíso desolado en una generación golpeada por el 9/11 y la paranoia terrorista, dándole un nuevo aire a las letras y los ritmos de Unknown Pleasures. Repasemos más nombres: Interpol, Editors, Yeah Yeah Yeahs, LCD Soundsystem, The Killers, Death Cab For Cutie, Bloc Party, Franz Ferdinand, Black Rebel Motorcycle Club, The Rakes, The Futureheads, Savages... No obstante, hay que decir que algunos solo tomaban la música, o adaptaban la formula, o algunos como en los casos de Interpol, Savages y Editors tomaban todo lo que podían de ese disco.

En síntesis, el legado de Unknown Pleasures seguirá vigente mientras existan ciudades, soledad, jóvenes, desencanto, y la sombra maldita del cronista que fue capaz de encarnar en su interior el ángel y el demonio victima de la recesión, y que ahora en la globalización es más fuerte y enojado que nunca. Porque es un álbum que uno puede conocer en 1979, en 2009 o 2014; siempre se sentirá el impacto.

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