Por: Daniel Ospina Follow @themockman
Fotos por: Sebastián Pedroza Vera Seguir a @Cabronazo__
En 1999 ‘Americana’ de The Offspring sonaba en las radios del planeta entero y los convertía por unos meses en la banda más importante del mundo, Dead Kennedys estaba en los juzgados peleando por las regalías mientras «Police Truck» aparecía en el juego de Tony Hawk y un nuevo publico los redescubria, La Pestilencia ya era La Pestilencia, Anti-Flag lanzaba su álbum ‘ A New Kind Of Army’ y Triple X ya hacia de las suyas en las calles de Bogotá. Fuese a propósito o un feliz accidente, Rock & Shout creó una maquina en el tiempo.
Han pasado dos días desde que viví junto a nuestro fotógrafo estrella la locura de adrenalina y testosterona (en su mayoría) disuelta en alcohol del primer Festival Rock & Shout y lo único en lo que pienso es en anécdotas, anécdotas y más anécdotas. No pienso tanto en las bandas como debería, sino en esas pequeñas cosas que desde lo humano le dieron una forma a esa experiencia y una lupa para juzgar el evento el próximo año (si es que sigue con vida).
Aunque fui uno de los que celebró la aparición de Rock & Shout (sobre todo con todo el asunto del fallido Lollapalooza Colombia y la oportunidad que representaba eso para otras empresas promotoras de conciertos) y a pesar de reconocer el cartel como uno muy bueno para el público al que apuntaban, no tenía expectativas tan grandes. Era la primera edición del Festival organizado por un conglomerado de personas muy diferente al que acostumbramos en otros eventos, así que iba a ser natural encontrar algún fallo en logística por el mero hecho de ser la primera vez que se le median a organizar algo así de grande.
Como fuera, había trabajo que hacer. Ese viernes llegué a las 2 al Portal del Norte, almorcé y nos encontramos con nuestro fotógrafo estrella a eso de las 3. Otros dos amigos suyos se unieron al parche, y con ellos llegaron los six pack. Primero Club Colombia, luego dos de Prima (en serio, hay una con ese nombre) y finalmente Poker. La tentación del guaro estuvo presente pero finalmente fue desechada. Entre las dos horas que siguieron hasta nuestra llegada al Centro de Eventos hubo tiempo para extrañar a Pennywise, hacer algo de consenso al decir que por Radiohead se pagaba lo que fuera, en preguntarnos si Rock & Shout no era más bien una fiesta de prom (por aquello de que el lugar era el bien conocido Aguapanelas) y hasta para destacar el anti-climax de tener un evento con Daddy Yankee justo al lado de Rock & Shout ese mismo día.
Llegamos pasadas las 5 de la tarde a la fila algo prendidos, nos registramos y entramos al lugar. El impacto fue casi inmediato. Para el contexto, el Centro De Eventos era una especie de fortaleza que escondía en su interior una ventana hacia 1999. Pista de skate, toda la cerveza que se le pueda ocurrir (hasta la ingresada por la misma gente), carpas con ventas de discos o merchandising en general, y un aura más, por así decirlo, viril. No es que fuera un evento solo para hombres o que no pudiera ser disfrutado por mujeres, pero estaba claro que el protagonismo de las acciones esa noche iba a ser para los hombres.
Entramos, nos pusimos en una buena posición y esperamos a que arrancara el show porno, sucio y con muchos pelos de Triple X. Ya los había visto en Rock Al Parque y la verdad es que en esa ocasión me parecieron una banda chatarrera más con alguna grosería de por medio. Pero esa noche, con un mejor sonido (todavía flojo pero decididamente mejor) y sin dejarse comer tanto del personaje, pegaron perfecto para el contexto y animaron rápidamente el ambiente. Era como una mezcla libre de rock and roll y punk con algún detalle virtuoso para no caer en repetirse demasiado. Fue una buena forma de arrancar con Rock & Shout y de poner el tono a seguir el resto de la noche.
Al mismo tiempo, sin embargo, mis acompañantes comenzaron a pagar las consecuencias de hacer una experiencia bien punk del asunto sin tomar en cuenta su propia anatomía. Uno de los amigos de nuestro fotógrafo se desmayó mientras tocaba Triple X y tuvieron que retirarlo para que recibiera atención médica. Al parecer no había almorzado antes de comenzar la faena.
En medio de la incertidumbre por saber que había pasado con ese personaje, le llega el turno a una banda con la cual insistió mucho nuestro fotógrafo: Anti-Flag.
Aunque hice la tarea de escuchar algunas canciones de ellos durante las semanas anteriores y me di cuenta de que tenían lo suyo, no esperaba para nada un directo tan arrollador y tan cómplice con su audiencia como el que dieron los Anti-Flag en Rock & Shout. Los clásicos coros y ganchos del punk californiano todavía con esa energía casi juvenil presente entre sus miembros (tienen 20 años tocando juntos pero no se nota mucho en su aspecto, la verdad) fueron como derramar gasolina y tirarle un fósforo encima, sobre todo cuando abrieron su show con “The Press Corpse”, “Fabled World” y “Fuck Police Brutality” de corrido.
La entrega de los vocalistas Justin Sane y Chris #2 fue total. Hacían participe al público de la situación y a la vez lo incitaba a llevar cada vez más lejos el juego. Entre nosotros había quienes conocían más o menos al grupo, pero hay consenso en que se ganó a todo el público durante su presentación. Ya fuese haciéndonos levantar el dedo medio al aire (buena forma de salirnos del cliché de la manito rockera), recordando a la gente que el punk no se trata de la ropa que se viste sino del sentimiento de comunidad y fraternidad que un movimiento así implica, o incitando al pogo, nos dejaron con ganas de escuchar más de ellos. Ayudó también a ese ambiente que se mandaran dos covers: uno de “I Wanna Be Sedated” de los Ramones, y otro de “Should I Stay Or Should I Go” de The Clash.
Nos pasó algo curioso durante esa presentación, y es que justo después de ese pogo que incitó Anti-Flag sentí que un bulto me caía encima, justo en la nuca. No muy pesado, pero un bulto al fin y al cabo. Cuando me quise dar cuenta tenia a un desaforado encima mío con las piernas al aire y con ganas de más. Lo sostuve en mi nuca como por cinco segundos y lo solté, pero en vez de seguir surfeando en el público cayó al piso en seco. No tuve tiempo para disculparme porque el tipo se paró con una sonrisa en su cara y dispuesto a seguir gozándose la noche, se perdió en la multitud. Crack.
Cuando terminó la banda, salimos un momento para saber cómo seguía el chico que se había desmayado. Por fortuna no pasó a mayores, solo era cuestión de compensarlo con agua. De ese modo nos reagrupamos y volvimos al escenario para celebrar con La Pestilencia 30 años de sobrevivir en medio de dificultades, cambios de alineación, de sonido y actitud contestaría.
Aunque debo admitir que no soy tan afín al grupo como quisiera, no puedo negar que Dilson tiene carácter como frontman. La promoción del show era clara: La Pestilencia celebrando sus 30 años. Y de eso se trató su show. Un repaso por todas las etapas de la banda, desde las más chatarreras hasta las más ligadas al hard rock sin dar un solo instante de tregua. No dudó en pedir la complicidad del público para cantar a capella, mucho menos lo hizo a soltar su “canten más duro maricas” cuando veía debilidad en los coros. También él veía que era cuestión de testosterona.
Desde el principio con “Soltado Mutilado” y hasta el final con “Nada Me Obliga” nos tuvo celebrando con ellos su existencia como banda. No faltaron “Vive Tu Vida” o “Vote Por Mi”, hubo tiempo para introducir a la banda (incluida a su nueva bajista Isabel Valencia), invitar a Zeta de Koyi K Utho para colaborar en “Cordero Arrepentido” y “Anuncia Tu Muerte” y hasta para un fraternal abrazo de Dilson con su hija en medio del show.
Desafortunadamente tuvimos que irnos poco antes de terminar el show de La Peste porque nuestro fotógrafo se indispuso. Nos separamos un rato mientras él iba al baño y cuando nos volvimos a encontrar me dijo que se había desmayado y se había pegado fuerte en la cabeza. Por fortuna la gente que estaba ahí lo ayudó. Fuimos a buscarle algo de comer pero las filas en la zona de comida eran interminables. La impaciencia nos hizo salirnos de la fila varias veces esperando que alguna agilizara, pero no fue el caso.
Mientras eso pasaba ya Dead Kennedys estaba en el escenario. Estuve unos minutos allí principalmente para seguir con el cubrimiento de Escena Indie, pero claramente mi cabeza estaba en otra parte. De las pocas canciones en que los pude ver, destacaría principalmente lo fuerte que le pega D.H. Peligro a la batería y la entrega de Ron Greer como frontman. No dudo que debió ser una experiencia potente para los que pudieron verlos, aunque también vi varias quejas sobre el sonido durante su presentación. Cuando regresé, intentamos hacer la fila en otro lugar que se veía más desocupado mientras escuchábamos impotentes, a lo lejos y de corrido “Nazi Punks Fuck Off”, “California Über Alles”, una versión de “Viva Las Vegas”, y “Holiday In Cambodia”. Como contrapartida, veíamos salir del baño a un tipo cargado por sus amigos, inconsciente de la borrachera. Cosas del punk.
Terminaba Dead Kennedys, la fila seguía lenta y por cada minuto que pasaba ya la preocupación era perdernos el arranque de The Offspring. Finalmente logramos pedirle comida a nuestro fotógrafo, tras lo cual decidí adelantarme mientras él disfrutaba su crepe y seguir con el cubrimiento del evento. Finalmente regresaría al ruedo cuando ya íbamos en tres canciones, todavía débil pero dispuesto a seguir con su trabajo.
A pesar de sus limitaciones como banda (principalmente dados por la voz de Dexter Holland que no llega a los mismos tonos que lo hace en el estudio), The Offspring dio un show magnifico. Por supuesto, estaba centrado en sus hits, pero no dejó de lado en su repertorio algunas menos masivas como “The Noose” o “What Happened To You?”, que igual el público supo gozarse como lo ameritaba el caso. Incluso llamaron a East Bay Ray, guitarrista de Dead Kennedys, para hacer un cover de “Chemical Warfare”. No pude evitar sentirme sorprendido por el gran acople que tienen en directo, y muy especialmente del trabajo de su baterista Pete Parada.
Entre los momentos donde podría decirse que banda y público fueron uno solo podrían estar “Come Out And Play” (farra absoluta), “Gone Away”, “The Kids Aren’t Alright” y ese final tan imponente con “Self Esteem”. Me queda para la gloria personal haber saltado como loco en “All I Want” y gritar a muerte con “Original Prankster”, otra que puso el ambiente de fiesta esa noche.
Mientras buscábamos nuestro transporte, terminaba Rock & Shout con un balance en líneas generales, positivo. Se esforzaron por tener un ambiente para ese punk rock “vieja guardia” y lo consiguieron. La verdad es que no queda claro si van a seguir esa misma línea en el futuro o solo fue producto de las circunstancias. Puede ser que en la próxima edición haya más hard rock o heavy metal, pues hablamos de un evento que más allá de tener un target claro todavía está definiendo su identidad (eso como para no sorprendernos si el otro año no resulta “tan punk” como este). Pero por lo que fue, valió la pena todo. Hasta el “anti-climax” de tener a Daddy Yankee al otro lado de la Autopista.
Lo bueno:
- La pista de skate.
- Anti-Flag.
- Ver a The Offspring con todo y sus limitaciones dar un show tan rompedor.
Lo malo:
- Perdernos gran parte de Dead Kennedys por “cosas del punk”.
- Poca oferta en la zona de comidas.
- Algo regular el sonido, sobre todo en La Pestilencia.
Agradecimientos: Tayrona Eventos.