Stranger Things: un mapa paranormal de los afectos

Por: Gina Vega Rojas 

Después de hacer un pequeño barrido visual de todo lo que se ha escrito sobre la serie del momento, Stranger Things, pareciera difícil aportar algo que no se haya dicho, especulado o comentado. Uno de los títulos que más me gustaron rezaba Stranger Things: una carta de amor a los ochenta”[1] y sí, es que el comeback de Winona Ryder en cada segundo evoca una época en la que la tecnología estuvo a favor del entretenimiento y la cual, para muchos es magia. En esta oportunidad, más que explorar su banda sonora o hacer un recuento detallado de sus referencias, quisiera escarbar en mis afectos y resaltar el valor de Stranger Things en despertar nuevos intereses. En VH1 y en lo paranormal están las respuestas.

No soy una hija de los ochentas. Una prima cercana, sí, y fue quien me enseñó las primeras lecciones valiosas de la vida. Tal vez en ese momento no tenía conciencia de su año de nacimiento, pero lo que siempre tuve claro fue que estaba hecha de algo tan especial que las palabras nunca le harían justicia. Ella me dio lecciones de música, de cine, pero más que todo, de carácter. Me alentó mil veces a ser libre pese a las críticas. Es por ello que la relación de Jonathan Byers con su hermano, Will, me llegó tanto. Creo que es una fortuna muy grande contar con alguien que desde temprano te alentó a ser y no a engañar. La única enseñanza que vale la pena recibir.

 Para mí, esa es la primera escena que revela el encanto real de Stranger Things, una historia que surge precisamente de la desaparición de Will el 6 de noviembre de 1983 y nos pone constantemente a dudar de lo “lógico”. Sin embargo, algo tan lamentable como la ausencia, se vuelve en una clase de amistad y de amor familiar. Sus amigos del colegio en compañía de una niña con “poderes” y su madre, atada a la sabiduría de un presentimiento, se empeñan en buscarlo pese a tener en contra la atrocidad propia de la incertidumbre.

Mi prima con los años formó un hogar y su tiempo empezó a tener límites. De todos modos, me dio las bases suficientes para explorar sin prevenciones mis gustos. En la adolescencia, después de mucho rogarle a mi mamá, pude tener televisión paga. Así llegué a VH1. VH1 tenía una programación ilimitada y diversa en la que le daba prevalencia a los ochenta. Los conteos, los documentales (“Seven ages of rock” <3) y las películas, se volvieron en mi nueva obsesión. Al mismo tiempo que aprendía, llegué a sentir empatía y admiración por sus protagonistas.

Pero hubo un filme que me marcó. Se llamaba The Breakfast Club y narraba un día de detención en una escuela de Illinois. Los castigados eran cinco jóvenes aparentemente diferentes quienes confesaban sus odios, inseguridades e incertezas. El personaje de Allison Reynolds me causó una curiosidad que nunca había experimentado. Hasta ese momento, no pensaba que alguien tan “excéntrico” pudiera contar con visibilidad sin causar plena incomodidad. Eso me llenó de un extraño optimismo.

De ahí en adelante, ese tipo de interpretaciones o características en apariencia exclusivas de un/una “outcast” empezaron a acaparar mi atención. Las volví a encontrar en el anime, otras películas y por supuesto, series. Stranger Things no es ajeno al “misterio” de esas personalidades. “Eleven”, una de sus protagonistas, puede ser el mejor ejemplo. “Eleven” es una niña que pareciera ser un puente entre lo “tangible” e “intangible”, ya que está dotada de dones extrasensoriales cercanos a la telequenesis. “Eleven” por un encuentro del azar, se une a la odisea de los amigos de Will para encontrarlo, quienes de ahí en adelante dispondrán de sus poderes. Aunque para ella la adaptación a ciertas convenciones sociales le resulta difícil, cede con el paso de los días. Vale la pena señalar que las pistas lanzadas sobre su origen pese a tener un orden trágico, delatan su fortaleza. Fortaleza que le da la mayor facultad de todas, la salvación.

Es así que Stranger Things responde a una pregunta interesante: ¿qué pasa cuando varios “outcast” logran ser verdaderos amigos? Definitivamente “ser diferente” es algo que no distingue sexo, género ni edad, pero existe la percepción de que reconocerse como tal, es una condena a la soledad. No obstante, hay muchos casos que se contraponen a esa idea. Las respuestas más reveladoras sobre ese interrogante las hallé hace poco en Freaks and Geeks, otra serie ambientada a comienzos de los ochenta que narra la vida de dos hermanos en un suburbio de Detroit. La hermana mayor, Lindsay en un momento de crisis existencial, decide dejar atrás su pasado de niña brillante para integrarse con los “freaks” (los “raros”). El hermano menor, Sam, a pesar de que no siente una necesidad de ser “otro”, empieza a descubrir los retos de crecer junto a sus amigos, los “geeks” (los “frikis”). Lo que más me gustó de «Freaks and Geeks“» es que muestra los matices de cada personaje. Cada uno se enfrenta a la tristeza y el miedo a su manera, así aparenten rudeza o arrogancia. Hasta hace semanas pensaba que ese era un logro exclusivo de “Freaks and Geeks”, pero Stranger Things también llega a imprimir a cada “outcaster” de contrastes. Por esa razón es que Lucas llega a ser odioso o Dustin, en algunas situaciones, imprudente.

Sin embargo, los méritos de Stranger Things no se detienen ahí, puesto que ha encendido un interés por lo paranormal en quienes no hemos tendido a acercarnos a esos temas. La densidad de sus dinámicas o paradójicamente, la incredulidad pueden haber sido los motivos de la “indiferencia”. Pero la serie al ser un “bricolaje” de producciones de terror y de ciencia ficción ochenteras, puede contar con un argumento sencillo dentro de la “fantasía”, que no implica frivolidad.

Como cierre, podría definir Stranger Things como un mapa paranormal de afectos, debido a que escribir sobre su contenido demandó de mi nostalgia hasta más no poder. Es por ello que tuve que “armar” el tránsito de mi afición por los ochenta. Al igual, puso en tela de juicio la cantidad de “racionalidad” que habita en mí. De un tiempo para acá he creído que es muy cobarde ver todo a partir de un lente amante de las pruebas, hechos, etc. La vida es un complemento entre el azar y la decisión. Un complemento que saca muchas lágrimas y que por tanto, jamás le sobra un abrazo, de esos capaces de llegarte al corazón porque se dan con cada parte del cuerpo. Así como el que se dieron Eleven, Michael en Dustin en medio de la aparente nada.


[1] El autor retoma una frase que dijo Winona Ryder en una entrevista. “’Stranger Things’: una carta de amor a los ochenta” (20 de agosto de 2016) Recuperado de http://valenciaplaza.com/stranger-things-una-carta-de-amor-a-los-ochenta